TURISMO DE NATURALEZA Y PRODUCCIÓN DEL ESPACIO. ESTUDIO DE CASO EN UNA COMUNIDAD INDÍGENA DE LA REGIÓN DE LOS ALTOS DE CHIAPAS

NATURE TOURISM AND SPACE PRODUCTION. CASE STUDY IN AN INDIGENOUS COMMUNITY IN THE REGION OF LOS ALTOS DE CHIAPAS

Fátima Edith Oseguera Arias fatedi_edi@hotmail.com Universidad Intercultural de Chiapas, San Cristóbal de Las Casas Chiapas, Chiapas, México
Julio César Sánchez Morales jcsm231@hotmail.com Centro de estudios Superiores de México y Centroamérica, CESMECA, San Cristóbal de Las Casas Chiapas, Chiapas, México
Armando Hernández de La Cruz ahernan@ecosur.mx El Colegio de la Frontera Sur, ECOSUR, San Cristóbal de Las Casas Chiapas


DOI: https://doi.org/10.31644/IMASD.35.2024.a04

Fecha de recepción: 16 septiembre de 2022
Fecha de aceptación: 13 de octubre 2023
Fecha de publicación: 01 de febrero 2024

Resumen

Este artículo analiza la producción del espacio turístico en la comunidad Río Arcotete del municipio de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas. Se muestra el proceso mediante el cual los gobiernos federal y estatal de Chiapas han creado las condiciones para que una comunidad indígena que adolece de una crisis agrícola y con una pluriactividad acentuada se involucre en los servicios turísticos. Los resultados muestran que bajo las condiciones que impone el mercado turístico, los indígenas se han apropiado de esta actividad productiva, lo cual ha generado una dinámica de cambios intracomunitarios que fortalecen sus ingresos, pero a condición de una dependencia cada vez mayor del turismo. El reto que ahora tiene la población originaria es cumplir con las circunstancias que el mercado implanta, lo cual la debilita y genera una lenta maduración del destino turístico. La investigación es cualitativa basada en fuentes primarias y trabajo de campo.

Palabras clave: Gubernamentalidad; Espacio turístico; Turismo de naturaleza; Organización comunitaria.

-Abstract-

This article analyzes the production of the tourist space in the Río Arcotete community of the municipality of San Cristóbal de Las Casas, Chiapas. The process by which the federal and state governments of Chiapas have created the conditions for an indigenous community that suffers from an agricultural crisis and with accentuated pluriactivity to become involved in tourist services is shown. Under the conditions imposed by the tourism market, the indigenous have appropriated this productive activity, which has generated a dynamic of intra-community changes that strengthen their income, but on the condition of an increasing dependence on tourism. The challenge that the native population now faces is to comply with the circumstances that the market establishes, which weakens it and generates a slow maturation of the tourist destination. The research is qualitative based on primary sources and field work.

Keywords: Governmentality; tourist space; nature tourism; community organization; Río Arcotete; Chiapas.

Introducción

Existen estudios acerca de zonas rurales de Chiapas que destacan la dinámica de cambios y transformaciones entre los campesinos e indígenas con la puesta en marcha de proyectos turísticos (Sánchez, 2011; Oseguera, 2014). Un aspecto importante que señalan es la implementación de la política turística en el sector rural la cual no ha tenido los efectos deseados debido a factores coyunturales que imposibilitan su maduración en el largo plazo (Sánchez, 2011; Oseguera, 2014). El desfase entre la política turística y los proyectos campesinos genera un lento desarrollo económico. Esto no logra beneficiar de la mejor manera a la población receptora de turismo y mitigar las condiciones de pobreza y rezago (Villafuerte, 2015).

Aunque Chiapas tiene una alta biodiversidad en recursos naturales que justifica su potencial turístico de naturaleza, no ha logrado consolidar un mercado de servicios de calidad en este sector. Los retos a superar son las debilidades endógenas que subsisten en el mercado de servicios turísticos locales. Es decir, Chiapas, al ubicarse como uno de los estados de mayor pobreza en México, no logra superar las dificultades endémicas del sector rural como son la pobreza, la marginación, la falta de servicios públicos y la infraestructura carretera.

De acuerdo con las cifras censales del 2010 (INEGI, 2011) la población rural alcanzó 2 460 645 habitantes, quienes habitaban en localidades menores de 2500 pobladores y que, si se amplía a menores de 5000 residentes, sería el 60 % de Chiapas. En el 2015 el total de la población en Chiapas fue de 5 217 908; es decir, el 4.4 % de la población nacional. En el 2020 el total de la población es de 5 543 828, con 20 951 localidades rurales y 206 urbanas (INEGI. Censo de Población y Vivienda 2020). El 51 % equivale a localidades rurales; y el 49 %, a urbanas. Dicho de otra manera, más de la mitad de los habitantes viven en zonas rurales, por tanto, se agrava su vulnerabilidad socioeconómica. Por último, en el 2018, el 76.4 % de los residentes de la entidad vivía en situación de pobreza, que equivalente a 4 174 600 personas (CONEVAL, 2020). En términos generales, el 94.0 % tiene una situación de pobreza y vulnerabilidad por carencias e ingresos (CONEVAL, 2020). Estos elementos contribuyen a un escenario de pobreza crítica en Chiapas. Estas cifras, además, muestran una radiografía que no aporta a una reconfiguración positiva de proyectos sólidos en el sector rural. Por el contrario, se acumulan los problemas que difícilmente coadyuvan a que los programas se consoliden en el mediano plazo.

Las dificultades que enfrentan los campesinos e indígenas de Chiapas al insertarse en el mercado de servicios turísticos drásticamente los ubica en una realidad que no superan: falta de capital, falta de infraestructura carretera, problemas en la generación de capital social, en la capacidad de agencia para el turismo y, sobre todo, el acompañamiento del gobierno en los procesos de construcción de los destinos turísticos en sus territorios. En el estudio aquí presentado, en la comunidad Río Arcotete del municipio de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, la creación del espacio turístico es resultado de la intervención del gobierno del estado y actores importantes, como empresarios y sociedad civil. Esta mediación trastocó las condiciones de vida de los indígenas y la manera en cómo habitan su espacio. No obstante, la participación de la comunidad fue de vital importancia para la concreción del proyecto.

La importancia del análisis en este estudio reside en comprender cómo se logró crear el espacio turístico en Río Arcotete y los factores que contribuyeron en ello. Para explicar esta problemática nos basamos en la reflexión teórica de Michel Foucault (2004) sobre la gubernamentalidad, así como la noción de construcción del espacio de Henri Lefebvre (2013). Ambas propuestas contribuyen a la discusión contemporánea del turismo en el nuevo/viejo contexto rural chiapaneco. En este sentido, se considera que el turismo de naturaleza en Río Arcotete es una tecnología de gobierno que no solo genera cambios territoriales, sino que normaliza prácticas entre los sujetos y un imaginario social hacia la conservación ambiental. Además, dicha actividad económica contribuye a largo plazo a la pluriactividad productiva entre la población.

En cuanto a la estructura de este artículo, se presenta ocho apartados a través de los cuales se destaca el análisis de la gubernamentalidad y la construcción del espacio turístico a partir de la justificación de “naturaleza” como mercancía. Posteriormente, se refiere al método de investigación utilizado y al tema central de la investigación acerca de la relación de la comunidad Río Arcotete con el Estado y los factores que contribuyeron en la creación de un espacio de valor turístico. Por último, se reflexiona en la importancia del proceso, la participación de actores locales y el gobierno para generar un destino de turismo de naturaleza en el territorio indígena, el cual trajo consigo nuevas condiciones de vida en la comunidad.

La gubernamentalidad y la construcción del espacio turístico

La gubernamentalidad se erige como una categoría que define dos aspectos importantes. En primer lugar, los proyectos de gobierno, cuyo fin es normalizar prácticas entre los sujetos y tecnologías para mantener un régimen de producción de verdad (Foucault, 2004). En segundo lugar, producir un orden social y espacial. Este orden se refiere a la noción de espacio como la integralidad multidimensional, en tanto espacio social que involucra los diversos procesos y elementos de las relaciones sociales (Lefebvre, 2013). Por ello, la construcción del espacio estimula las relaciones de poder, pues tienen en él un vehículo de naturalización del proceso de dominación. El espacio no es ajeno a las contradicciones subyacentes que la misma naturaleza de la disputa genera en la definición, uso y control entre los actores involucrados. Para Lefebvre (2013), “el espacio (social) es un producto (social)” de las relaciones sociales que tienen lugar en este a través de un proceso histórico.

La relación entre las tecnologías de gobierno, entendidas como procedimientos a través de los cuales las relaciones de poder se articulan en determinadas sociedades, y la construcción del espacio, deriva de la consideración de que el espacio social es un espacio transformado, real y de prácticas sociales. Una sociedad que genera prácticas produce constantemente el espacio desde una dimensión temporal e histórica (Lefebvre, 2013). En este proceso el papel de los agentes y actores conduce a la reconfiguración territorial en relación con otras transformaciones globales y locales, situando y posicionando, al mismo tiempo, a los agentes y fases en una escala temporal de mediana o larga duración histórica (Braudel, 1974). Para Milton Santos (2000), el espacio es una realidad relacional. Es el conjunto indisoluble de sistemas de objetos y de acciones en el que confluyen el paisaje, la configuración territorial y la división territorial del trabajo. Estos elementos dependen de la capacidad para sostener procesos locales y globales según su propia funcionalidad y dialéctica. El espacio es una parte de la totalidad social que abarca el aspecto económico e ideológico-cultural. Implica relaciones de coexistencia, vínculos y relaciones e interacciones que llevan a la construcción, transformación, percepción y representación de una realidad.

Ante la construcción del espacio, la subjetividad (del actor/agente) se constituye desde la técnica y prácticas que el sujeto aplica para sí mismo. Este mecanismo de control subjetivo hace que los sujetos naturalicen un régimen de producción de verdad como un campo de posibilidades para las libertades individuales.

En este contexto, el Estado es un actor que funge como rector en relación con diferentes objetivos para producir y gobernar a los sujetos en espacios construidos bajo un “régimen de verdad”. Por ello, se agrega el nacimiento de discursos homogeneizantes (como dispositivos de gobierno) que reconfiguran violentamente el espacio natural y social e inauguran una nueva geografía económica, que en casos como el analizado es deviene en una geografía turística. Esta última no solo depende del Estado, sino también de otros actores (empresas) para facilitar la apertura de nuevos espacios de inversión (de capital), procesos y creación de nuevas naturalezas para el mercado del ocio. En términos de Michel Foucault (2004), esta articulación configura una sociedad mediada por la producción de regímenes específicos de “verdad”. De esta manera, el Estado es creador de espacio y de condiciones políticas para que los agentes internos o externos actúen con libertad, siempre y cuando esta coincida con los intereses económicos o de poder político.

Es importante puntualizar que el gobierno no es la imposición directa de la norma o de la ley, sino es el logro consuetudinario de la concertación de voluntades entre gobernantes y gobernados (Foucault, 2004). Por ello, la construcción de un espacio turístico obedece a un régimen que establece las bases, las reglas y las relaciones del juego donde las acciones de los agentes libres tienen lugar, así como la provisión de los aparatos ideológicos para que se alcance una meta. En general, el objetivo es la normalización y naturalización en las poblaciones desde los dispositivos de control, lo cual permite producir en sociedades avanzadas, lo que David Harvey (2001) ha llamado “espacios de capital”.

Este proceso se convierte en la esfera de prácticas y discursos para los sectores productivos en espacios producidos. Además, genera un proceso de coordinación de actores, de grupos sociales e instituciones para lograr metas definidas colectivamente en entornos fragmentados y caracterizados por la incertidumbre (Ruano de la Fuente, 2002). Las experiencias locales han redundado en un aprovechamiento de sus recursos naturales, como mercancías, pero con el matiz de una nueva realidad socio-territorial que emerge con la producción del espacio turístico contemporáneo, como se muestra a continuación.

Metodología

Esta investigación es cualitativa basada en una revisión amplia de la literatura escrita sobre la problemática planteada, trabajo de campo en las comunidades de estudio en julio de 2018 y de febrero a octubre de 2019 en el cual se aplicó participación pasiva, moderada y activa (Vallés, 1997) y 15 entrevistas semiestructuradas a distintos actores relevantes en los procesos estudiados. Para tener un panorama más preciso se hicieron entrevistas a empresarios y a empleados del sector turístico, periodistas, académicos de instituciones educativas locales, funcionarios de la Secretaría de Turismo de Chiapas, guías turísticos y turistas, tanto nacionales como extranjeros. Asimismo, se aplicó un muestreo de bola de nieve durante las estancias de 2018 y 2019. Este método posibilitó adentrarse con los principales actores locales y regionales tanto de San Cristóbal de Las Casas como de la comunidad Río Arcotete. De esta manera, se lograron resultados positivos al tener un cúmulo de datos empíricos para destacar la línea del tiempo del turismo en San Cristóbal de Las Casas, y Chiapas, en general. No obstante, es importante destacar que la información obtenida fue triangulada con otras fuentes, tales como informes y datos estadísticos generados por instituciones oficiales como el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y la Secretaría de Turismo (SECTUR) con la finalidad de tener una correcta comparación en los datos obtenidos.

Ubicación geográfica del lugar de estudio

El ejido Río Arcotete se ubica en el municipio de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas (Figura 1). Se localiza a 4 kilómetros del noroeste de la traza urbana de la ciudad (Montoya y Hernández, 2013). En la memoria de los campesinos se sostiene que el ejido fue fundado por 45 personas provenientes de otras comunidades aledañas al municipio como El Aguaje, Agua de Pajarito, Carmen Arcotete, Las Ollas y Yut-osil II. Estas dos últimas corresponden al municipio de San Juan Chamula (Trabajo de campo, 2019). Muchos indígenas fueron expulsados o desplazados por haber contrariado la profesión religiosa y políticas “tradicionales” en sus comunidades. Particularmente, en Chamula se expulsaron a miles de indígenas por problemas religiosos y agrarios (Cortéz y Velasco, 2012) y el punto más cercano de refugio y asentamiento para la población desplazada fue San Cristóbal de Las Casas.

Imagen01

La fundación del ejido Río Arcotete se dio en tierras de propiedad privada. La tensión que se vivió a principios de los noventa del siglo XX por el conflicto armado del EZLN trajo como demanda la apropiación de tierras por grupos organizados. La comunidad se sumó a este reclamo y los indígenas decidieron gestionar la creación del ejido. Este grupo asentado en la periferia de San Cristóbal de Las Casas tenía el objetivo de obtener tierras y quería llegar a un acuerdo con los dueños de las propiedades habitadas. Ante la problemática generalizada en la región Altos de Chiapas, debida a las expulsiones, migraciones y apropiación ilegal de predios, el gobierno federal decidió comprar tierras y darlas a los grupos organizados. En Río Arcotete, tras gestiones, lograron este beneficio. Por consiguiente, se pagó a los propietarios de tierras invadidas y los indígenas dieron paso para legalizar su nuevo espacio. En el 2001 se fundó el ejido Río Arcotete1 con 300 hectáreas de terreno (RAN, 2013). La compra fue financiada por el gobierno federal a través del Banco de Crédito Rural del Istmo. El total de la población fue de 120 familias que luego de ya establecidas se dedicaron a la milpa, al pastoreo de ovejas, la siembra de hortalizas, la extracción de madera para leña o para uso doméstico y la producción de carbón y plantas ornamentales.

El rol del gobierno en la construcción de espacios turísticos

Desde la década de los 80 del siglo XX en México la política neoliberal acentuó las desigualdades y propició el desmantelamiento de aparatos de gobierno que coadyuvaban a incentivar al campesinado en sus labores agrícolas. Esta política consistió en dejar al mercado la determinación de los precios de los bienes agropecuarios y la fijación de subsidios y apoyos agrícolas en función de la productividad2 (Huerta, 2003). La profunda crisis agrícola, el déficit comercial, el endeudamiento público y privado, la disminución del gasto público y la privatización de empresas públicas, entre otros aspectos, generaron más pobreza en la mayoría de la población (Gil-Méndez, 2015). El grueso de estos pobladores ahora se encontraba en el sector rural y haciendo con ello las condiciones de vida más difíciles.


1 El Arcotete debe su nombre al soldado francés Jean Francoise D' Arcotete, quien murió en el lugar por “amor a una joven sancristobalense” en tiempos de la Colonia, esto de acuerdo a la leyenda que se tiene muy presente en San Cristóbal de Las Casas (González, 2022).

2 En México, los subsidios a los campesinos y minifundistas no se fijan en función de la productividad, sino que se orientan al apoyo directo (por hectárea) independientemente del nivel de productividad. Un ejemplo fue el Programa de apoyos directos al campo (PROCAMPO) en el sexenio 2012-2018.

En la escala regional se hizo más crónica la agonía del sector campesino. En Chiapas los cambios de la política agropecuaria desencadenaron transformaciones en los estilos de vida que repercutirían en el desplazamiento de miles de agricultores hacia los polos de desarrollo económico. De esa manera se acentuó una crisis del sector agropecuario y un déficit en la producción (Villafuerte Solís, 2015). La caída de los precios de los granos y el desmantelamiento de instituciones que garantizaban el subsidio al sector rural propiciaron una relativa orfandad del campesinado.

Coincidentemente, el cambio de modelo económico (de bienestar a neoliberal) impulsa el turismo de naturaleza3 como un dispositivo de desarrollo económico, de conservación medioambiental y de mitigación de la pobreza (Sandoval, 2006). El turismo de naturaleza se plantea como un proyecto generador de cambios económicos a largo plazo. Además, se considera como una modalidad turística que plantea una interrelación más estrecha con la naturaleza, preocupada en la conservación de los recursos naturales y sociales del área en que se efectúa la actividad turística (Miroglio, 2017). Debido a las coyunturas nacionales, Chiapas consolidó el turismo de naturaleza en el sector rural planteándolo como un componente para el desarrollo económico y territorial.

El Estado fue la pieza para crear una geografía turística y un mercado del ocio en Chiapas. La construcción de espacios turísticos estaba en la lógica de generar una espacialidad del turismo como componente de vitalidad de la economía campesina. Esto generó la implementación de mecanismos económicos que abonaron a una economía de mercado donde el turismo sería el componente productivo de mayor relevancia. No era para menos, a escala nacional, en la primera década del siglo XXI, el valor anual del mercado formal de actividades turísticas vinculadas con la naturaleza superaba los 750 millones de pesos. El gasto de turistas internacionales representó un 64.2 % del total, esto es, 486 millones de pesos, mientras que el gasto de los nacionales fue de 35.8 %, esto es, 271 millones de pesos (SECTUR, 2006). Esta escalada del capital obligó a una reestructuración del esquema de planificación en las instancias de gobierno encargadas de promocionar destinos turísticos.


3 En el ámbito internacional el discurso favorece la adopción de un turismo verde consistente en equilibrar lo social, económico y ecológico frente a uno convencional de masas. El turismo adquiere varios adjetivos, pero sigue siendo la industria que ahora busca segmentos de mercado en los reservorios naturales y los enclaves de atracción turística. El alegato de la sustentabilidad favoreció su apropiación en los sectores políticos, empresariales y académicos.

La participación del gobierno se expresó en el objetivo en común del mercado: normalizar la práctica del turismo de naturaleza entre los campesinos de Chiapas4. Muchas de las experiencias que nacieron desde la década de los noventa fueron de microempresas rurales enfocadas al ecoturismo. En cada caso los aparatos de gobierno como la Secretaría de Turismo (SECTUR), la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), la Secretaría de Economía (SE), la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA), la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL), la Comisión Nacional para el Desarrollo de Pueblos Indígenas (CDI), la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (FONATUR), el Consejo de Promoción Turística de México (CPTM) y la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR) han sido claves para el impulso5 de proyectos de turismo de naturaleza, lo cual se concretó con propuestas de inversión y desarrollo de infraestructura turística. Además, el fortalecimiento del componente “naturaleza” fue un síntoma del nuevo orden económico que estaba imponiendo el mercado turístico. Al mercado de consumo de “lo indígena”, “lo cultural” y “lo natural” se sumaba en la década de los 90 la implementación del turismo de naturaleza en México. Asimismo, la conservación ambiental y el desarrollo sustentable en el ámbito internacional y nacional eran dos categorías que obligaban al cambio en la política pública.

Debido a las coyunturas sociales, económicas y políticas que se venían arrastrando desde la década de los 90 del siglo XX en el sector campesino e indígena, el gobierno de Chiapas propició una estrategia de transformación socioproductiva, consistente en impulsar propuesta de negocios enfocados al comercio y venta de servicios, con el objetivo de diversificar ingresos entre el sector rural. La crisis, en parte por el pobre desempeño de la economía chiapaneca aunado a una mala distribución del ingreso, justificaba y obligaba a estos cambios. Por ejemplo, entre 1990 y 2000, el 74.5 % de la población obtuvo menos de un salario mínimo, situación que reflejaba claramente las condiciones de pobreza que vivía la mayoría de los chiapanecos (Villafuerte Solís, 2015). Este escenario propició que los proyectos impulsados por el gobierno se adoptaran sin mayor problema.


4 Los datos señalan que después del año 2000 se registró un giro sobresaliente en los centros tradicionales de mayor concurrencia turística. Por ejemplo, Tuxtla Gutiérrez con 1, 780,040 turistas; Tapachula con 788, 268; San Cristóbal de Las Casas con 1, 394, 363; Palenque con 1, 019, 621; Comitán con 459,267 y Chiapa de Corzo con 426, 293. Actualmente el turismo en Chiapas tiene importancia en números. De esta manera la entidad recibió alrededor de 7, 722, 289 visitantes, lo que representa mayor afluencia con respecto al mismo año 2018 (6, 620, 042) (Secretaría de Turismo, 2019). La derrama económica acumulada en el año 2019 fue de $23, 908 000.00, incrementándose en comparación con la del año 2018 ($21, 607, 000.00). Y la ocupación hotelera promedio acumulada fue de un 42%, porcentaje mayor al del año 2018 (41%) (Secretaría de Turismo, 2019). Por su parte, los centros ecoturísticos para el año 2016, de acuerdo con la Secretaría de Turismo, alcanzaron la cantidad de 90 en todo el estado, de los cuales 55 ofertaba servicios (López, Mazariegos y Milla, 2016). Estos datos representan la importancia de la globalidad del turismo y sus consecuencias prácticas en los territorios de Chiapas.

5 En el 2006 se registró en México un total de 1 239 empresas y proyectos orientados a ofrecer servicios de turismo de naturaleza. El 70 % eran empresas en operación y el 30 % correspondía a iniciativas en desarrollo. El 74 % fueron de tipo comunitario o social, integradas, principalmente, por grupos rurales o indígenas, y el 26 % eran privadas. Para el 2016 estas se redujeron a 1 186 que ofrecían turismo de naturaleza (SEMARNAT, 2022). Este cambio económico repercutió en nuevas territorialidades y, además, dio una muestra de la importancia del Estado al propiciar las condiciones para el impulso al turístico de naturaleza.

En el discurso oficial, la actividad turística ahora se presentaba como una opción económica para subsanar las condiciones de pobreza y marginación en Chiapas (Mendiguchía, 2005). Sin embargo, las condiciones estructurales de pobreza y marginación de la población campesina paradójicamente impedían el desarrollo de los proyectos. No obstante, la ruta ya se venía impulsando por varias décadas. Los antecedentes de inversión en materia turística datan de 1988 con la llamada “modernización carretera”. La implementación de 11 583 kilómetros de los cuales el 6.3 % eran terracería, el 69.9 % revestidos y el 23.8 % pavimento, dieron paso a que en 1994 el Banco de Comercio Interior invirtiera en centros turísticos, centros de diversión, comercios y abasto en general (Vázquez, 2019). La función de los gobiernos federal y estatal fue “facilitar” la construcción de espacios turísticos para darles valor económico a las regiones de Chiapas.

La condición de coyuntura y el “zapatour”

En la década de los 90 del siglo XX, los cambios políticos en Chiapas obligaron a implementar programas de apoyo económico al campesinado. El nacimiento del movimiento político Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), en varias regiones indígenas con graves problemas de pobreza material, cuestionó las estructuras del Estado mexicano (Solís y Aguilar, 2021). El EZLN, que coincide con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), marcó una ruta obligada para realizar proyectos de desarrollo socioeconómico por parte del gobierno federal y estatal.

Esta coyuntura en la que se identificaba a Chiapas solo por el conflicto armado fue aprovechada por el gobierno del Estado. A finales de los 90 y principios del 2000 se vendía a Chiapas como destino de naturaleza. El objetivo era minimizar la imagen negativa de un Chiapas “pobre y en abandono”, tal como lo había difundido el EZLN. La llegada de un tipo de turista politizado (Coronado, 2008) que le interesaba observar la marginación y pobreza, paradójicamente propició condiciones de mercado en el consumo del turismo: hospedaje, transporte y comida.

Después del llamado “zapatour”, que consistió en que la gente visitaba Chiapas con fines de conocer a los zapatistas por todo lo que se divulgó en torno a los pueblos indígenas en rebeldía, el gobierno del Estado aprovechó esa imagen de los grupos nativos para promover los recursos naturales y la cultura de Chiapas. De esta forma “lo indígena” y “lo cultural” fueron usados por las empresas turísticas y el gobierno estatal como una mercancía para ofertarla en el mercado turístico. El objetivo fue fomentar una imagen de Chiapas como destino de naturaleza y bajo el resguardo de “los ancestrales” pueblos campesinos e indígenas. A través de todo un marketing, los espacios rurales, que solo figuraban en el imaginario y la literatura de “rescate” antropológica como sociedades estáticas y sin cambios de profundidad histórica (Trench, 2005), se reconfiguraron hacia el turismo de naturaleza y el turismo cultural.

De acuerdo con el gobierno de Chiapas, la modernización turística de las regiones llegaría a través de la promoción de la belleza cultural y artística de los pueblos originarios. La nueva geografía turística daría paso a proyectos e iniciativas locales de turismo en el sector campesino e indígena. Muchos de ellos obtendrían recursos por parte de los gobiernos federal y estatal y se daría paso a nuevas microempresas sociales, familiares, empresariales, comunitarias o individuales. Así fue como nacieron nuevos centros turísticos en varias regiones del estado como en la Meseta Comiteca Tojolabal: Causas verdes, UNINAJAB, Gallo Giro, Mam Tziscao; en el Soconusco: Mariposas Alas de agua, Barra de Zacapulco, La Palma, Volcán del Tacaná, La Ruta del Café en las fincas Argovia, Liquidámbar, Hamburgo y La Casa Grande en Unión Juárez; en el Istmo-costa: El Castaño, Mapastepec, Cabeza de Toro y Madresal en Tonalá; en la región Altos Tsotsil-Tseltal: El Corralito, Oxchuc, Rancho Nuevo, Las Grutas del Mamut en la comunidad Agua de Pajarito, El Arcotete y la comunidad Arcotete en San Cristóbal de Las Casas; y en los valles Zoque: Sima de las Cotorras en Ocozocoautla.

En general, en solo tres décadas la geografía turística de Chiapas dio saltos cualitativos en el desarrollo de espacios turísticos en el sector campesino e indígena. El caso analizado en esta investigación, Río Arcotete del municipio de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, se ubica en este contexto de cambios y transformaciones. Con la cobertura del gobierno y otros actores importantes se desarrollará como destino primordial de turismo, como veremos más adelante.

La construcción del espacio turístico en Río Arcotete

El ejido Río Arcotete nació en el 2001 y se consolidó como un proyecto de turismo de naturaleza en el 2008. Es un área ubicada en una zona cuyos recursos naturales existentes son el arco de piedra caliza que es atravesado por el río Fogótico, un bosque de pino-encino, una afluente de agua y cuevas que —a decir de los habitantes de la zona— tienen una larga tradición en el culto a los “espíritus” (Trabajo de campo, junio 2019). Estos recursos se consideran bienes potenciales para un sector de turistas que buscan la recreación y contemplación estética de la naturaleza. Aunque la propuesta de turismo se plantea como una iniciativa local y colectiva que nació de los propios indígenas de Río Arcotete (Picado, 2014; Montoya y Hernández, 2013), lo que se observó en diálogo con los habitantes es que el contexto de vulnerabilidad social y económica por la situación de crisis del campo y sus condiciones de subsistencia obligaron a buscar nuevas opciones productivas a principios del 2000 entre estas opciones el turismo.

Lo anterior fue importante, en el escenario regional la crisis en el campo que se venía arrastrando por décadas también afectó a los indígenas. Con el cambio de la política agrícola, la falta de subsidio para agroquímicos y el poco respaldo que tenían del gobierno agudizó sus condiciones de vida. Los cambios que se habían originado los obligaban a buscar otras actividades económicas, pues el rendimiento que obtenían de sus tierras cubría lo básico de sus necesidades alimentarias. No había un excedente para comercializar, como ellos mismos lo señalan:

Nosotros, cuando llegamos a vivir por esta parte y cuando ya legalizamos estas porciones de tierra, ya teníamos problemas con el hacer producir la tierra. El gobierno no nos apoyaba para fertilizante o granos o la compra. Lo poco que producíamos servía para comer nada más. Sí había apoyo de otras cosas, pero para la tierra o para la compra de animales no, pues nos decía que sí pero nunca nos dieron. Nos vimos obligados de buscar trabajo […] por ahí supimos que el nuevo gobierno apoyaría para crear centros turísticos y como teníamos algunos conocidos, pues con los años logramos empezar en el turismo, aunque muchos compañeros no estaban convencidos, pero se logró después de varios años de trabajo (Pedro Gómez, comunicación personal, febrero 2018).

Esta respuesta es la evidencia de la falta de apoyo y seguimiento por parte de las instituciones gubernamentales en el rubro agropecuario. Por consiguiente, los indígenas buscaron ingresos en otras actividades productivas.

Las políticas públicas estaban dadas: se venía impulsando desde el régimen el desarrollo de destinos turísticos. El gobierno estatal necesitaba justificar su intervención y coadyuvar a fortalecer el Programa de Pueblos Mágicos, pues San Cristóbal de Las Casas había adquirido esta distinción y Río Arcotete pertenecía a este municipio. Además, el descontento campesino e indígena, venido desde la década de los 90 con el levantamiento armado del EZLN, propiciaba un ambiente para que algunos empresarios, en unidad con los indígenas, manifestaran su interés en abrir espacios para el negocio del turismo de naturaleza. Otro aspecto importante fue que los naturales de Río Arcotete lograron gestionar la creación del centro turístico.

El 90 % de los indígenas entrevistados de Río Arcotete recuerda que la producción de bienes para autoconsumo no lograba satisfacer sus necesidades. En efecto, debido a la falta de subsidio para el campo y el bajo rendimiento del cultivo del maíz —escasos 600 kilos al año— muchos de ellos tuvieron que trabajar en otras actividades productivas. Una fracción de la población de Río Arcotete migró a la ciudad de San Cristóbal de Las Casas en busca de ingresos y otra hacia centros receptores de mano de obra barata como Cancún, Distrito Federal y Puerto Vallarta. Quienes se quedaron en su lugar de residencia trabajaron en el comercio de leña a los negocios de venta de pollos a la leña, o bien, a la población extranjera que gustaba de utilizar chimeneas en San Cristóbal de Las Casas (Juan Hernández, comunicación personal, 2021).

Bajo las condiciones que experimentaron, a este sector de la población no le fue difícil adaptarse socialmente al turismo. El 80 % de los indígenas entrevistados no dudaron en afirmar que uno de los objetivos de impulsar el turismo en su territorio fue la búsqueda de ingresos y bienestar en sus familias (Juan Hernández, comunicación personal, 2021). Otras actividades a las que ahora se dedican lo naturales son la siembra de habas, papas y chilacayotes para luego venderlos en el mercado José Castillo Tielemans de San Cristóbal de Las Casas.

Un factor importante que influyó en la creación del espacio turístico fue el incremento del flujo de turistas en la ciudad de San Cristóbal de Las Casas. Primero, por la curiosidad de conocer a los pueblos indígenas que fueron “protagonistas del movimiento armado”;6 y segundo, por el resultado de la difusión a nivel nacional e internacional de esta ciudad como Pueblo Mágico (SECTUR, 2014). Esto último trajo como resultado la celebración del concurso Miss Universo 2007, el Festival de las Culturas 2009, Nuestra Belleza México y el Festival Internacional de Turismo de Aventura, de los eventos nacionales e internacionales más importantes. Estos programas propiciaron un interés en el empresariado local (hoteleros, restauranteros, operadores turísticos) y favorecieron un acuerdo con los indígenas para replantear un destino turístico en la comunidad Río Arcotete.


6 Esto se ha mitificado, pues en realidad, de los 18 municipios indígenas de la región Altos, una fracción en el poblado de San Andrés Larraínzar participó en el movimiento armado. Sin embargo, se usa este discurso solo para fines turísticos.

La comunidad Río Arcotete se ubica a 4 kilómetros de la ciudad de San Cristóbal de Las Casas. La cercanía entre ella y esta ciudad generó una ruta turística. Además, la belleza del lugar ha sido el pretexto para el descanso de una clase social que gusta del ocio (profesionistas, médicos, maestros y microempresarios) (Hernández, comunicación personal, 2020). La inversión en este proyecto turístico fue por parte del gobierno estatal, y el sector empresarial contribuyó a darle promoción. El Comité de Cuenca del Valle de Jovel, conformado por miembros de sociedades civiles, también ha participado en programas de reforestación y conservación de la biodiversidad en territorios de poblaciones indígenas. Estas acciones han creado expectativas para un nuevo centro turístico de naturaleza en la zona periurbana de San Cristóbal de Las Casas. De ser un terreno “baldío”, pero privado y aprovechable solo para la agricultura, en pocos años se convirtió en un espacio para los turistas. Este ha sido el camino hacia la normalización del turismo en el contexto indígena de Río Arcotete.

La afluencia de turistas a San Cristóbal de Las Casas7 cambió la fisonomía de la ciudad. Este fenómeno trajo consigo el aumento de establecimientos para hospedajes, restaurantes, bares y tiendas, así como el acondicionamiento del Centro Histórico (Hernández y Fenner, 2018). Estas circunstancias fueron aprovechadas por empresarios organizados conformados por hoteleros y prestadores de servicios turísticos bajo el Patronato Ecoturístico Arcotete, quienes solicitaron la creación de un parque ecoturístico en la comunidad Río Arcotete. Dicho proyecto planteó una inversión de $15 000 000 para la infraestructura. Los pobladores del ejido aceptaron la propuesta y contribuyeron en generar las condiciones y el financiamiento para dicha construcción en su territorio (RealEstate, Market and Lifestyke, 2010).

La alianza entre indígenas y empresarios locales dio buenos resultados. Prueba de ello es que en el 2014 se destinaron $27 000 000 por parte de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) y la Secretaría de Turismo (SECTUR) para capacitación y promoción del ecoturismo en comunidades indígenas. Esto fue como parte del Programa de Turismo Alternativo en Zonas Indígenas (PTAZI) (Secretaría de Turismo, 2014). Tal política social de los gobiernos federal y estatal de invertir en poblaciones vulnerables dio paso a la creación del Centro Turístico Arcotete, cuya aportación fue de $596 024. La ejecutora fue la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL) del gobierno federal. Con este monto se construyeron andadores, palapas, escalinatas rústicas y baños. Esta etapa dio inicio a un nuevo destino turístico en la zona periurbana de San Cristóbal de Las Casas. En el corto plazo se convocó a otras instituciones como la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indios ―anteriormente llamada CDI― para que aportara $1 407 971.55 (Montoya y Hernández, 2013). Esta cantidad sería destinada a fortalecer la infraestructura turística con estacionamiento, tirolesa, cabañas, caballos, rápel y más.


7 Esto se dio en años siguientes por la curiosidad de conocer la ciudad colonial de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, la insurrección del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y las disputas políticas, religiosas y territoriales en la región.

La creación de este espacio requirió que los ejidatarios cedieran 23 hectáreas exclusivamente para la demanda turística. Por otra parte, los gobiernos estatal y municipal se encargaron de crear las condiciones de mercado. Es decir, promoción, difusión, ruta y acompañamiento en capacitaciones y formación turística a través de una red de instituciones. Desde la fundación del Centro Ecoturístico Arcotete los indígenas han tenido alrededor de 20 cursos, talleres y capacitaciones en la atención al cliente, servicio de restaurante, gastronomía, cultura y guías de turismo, entre otros conocimientos (Pérez, comunicación personal, junio 2021). Un avance en esta empresa turística fue la formalización de la Sociedad Cooperativa Indígena por 120 socios dueños del centro turístico. Esto se hizo para fines administrativos, jurídicos y operativos ante las instancias de gobierno. Hasta esta etapa el gobierno federal potencializó las condiciones para que se lograra la creación de un nuevo destino, como se consideraba el centro turístico Arcotete. En las entrevistas realizadas el 80 % de los socios reiteraron que los gobiernos federal y estatal les apoyaron para crear su centro ecoturístico, tal como se observa en la siguiente cita:

Pues no se niega el apoyo de los empresarios y del gobierno, pues además nos han capacitado en muchas cosas. Desde que nos fundamos viene gente de universidades, centros de investigación, alumnos, turistas, profesores. No se niega pues el apoyo en turismo, aunque en lo del campo no se ha tenido ya más apoyo. Ahora, según la Secretaría de Turismo del ayuntamiento, nos dijo iba a capacitar, si queríamos, para manejar computadoras y que los jóvenes se metan al turismo, pero no lo hemos decidido en la asamblea (Hernández, comunicación personal, junio 2020).

Lo anterior muestra el avance significativo que han tenido como microempresa y la afluencia turística en la comunidad, por lo cual las instituciones buscan conocer la experiencia de los indígenas.

De agricultores a vendedores y consumidores

La pluriactividad es un rasgo en la actualidad. Hasta ahora, el 90 % de los habitantes de la comunidad Río Arcotete se dedican a varias actividades productivas. Sin embargo, la agricultura de subsistencia, particularmente la milpa y hortalizas, así como la ovinocultura y la ganadería de apersogue son labores menos desarrolladas. Rápidamente, los residentes de Río Arcotete han transitado del trabajo agropecuario al comercial y de servicios. La tradicional forma de organización familiar, concebida como una estructura donde los miembros cooperan en la economía doméstica, se ha trastocado. Así es cómo unos integrantes de la familia no cooperan, otros migran y ya no aportan económicamente. Sin embargo, quienes se quedan ―que es la nueva composición laboral de las familias de la comunidad― obligan a ayudar a los demás (las mujeres, los niños, los jóvenes, los ancianos) para la economía doméstica. Ahora todos trabajan en el centro ecoturístico. Esto es parte de los cambios en el paisaje rural.

Por otra parte, en el año 2018 arribaron a la mencionada comunidad alrededor de 18, 000 turistas y con ello una derrama económica que incentivó el trabajo colectivo de la población indígena de Río Arcotete. La entrada al parque turístico tiene un costo de $10.00, lo cual, en términos reales, les genera aproximadamente $180,000.00 de ingresos brutos anuales. A esto se agregan los servicios que ofertan en recorridos a las grutas ($10.00), paseo en lancha ($20.00), paseo a caballo ($30.00), tirolesa ($100.00), rápel ($150.00) y camping ($25.00), entre otros, lo cual hace que los ingresos por turismo aumenten (Notas de campo, 21 de septiembre 2021). Los ingresos, restando los costos de operación, les reditúan y entusiasma para dedicarse a la actividad turística. Por ello, los campesinos se asumen como servidores turísticos. Además de haber normalizado estas prácticas, ellos se asumen como guías de los visitantes (Artemio Girón, comunicación personal, junio 2019). Sin embargo, el turismo ha ganado terreno al desplazar lentamente a las otras actividades productivas.

El Centro Ecoturístico Río Arcotete es actualmente un lugar de esparcimiento para las familias de San Cristóbal de Las Casas y turistas. Con la incorporación de la actividad turística en la comunidad se han mejorado las condiciones en servicios básicos de infraestructura pública como carretera, luz eléctrica y agua potable. El tránsito del modelo agrícola productivo al sector terciario otorga una nueva funcionalidad al territorio y, a su vez, determina nuevos usos y aprovechamientos del suelo. La utilización del espacio para actividades especializadas como el turismo ha propiciado avances en la infraestructura, inversión y cambios en la estructura doméstica. Uno de estos últimos es el consumo de bienes que antes no tenían, como comida chatarra, bebidas alcohólicas y autos. Entonces, los pobladores de Río Arcotete pasaron de trabajadores agrícolas a consumidores y autoempleados.

En el discurso, la población de esta comunidad acepta el reto de verse como empresaria del turismo de naturaleza, aunque en el fondo sus prácticas no ayudan, pues la deforestación sigue su paso. Algunos campesinos se dedican a la tala de árboles para obtener leña que es vendida en San Cristóbal de Las Casas. Esto es contradictorio: que por un lado se promueva el turismo de naturaleza; y por otro, se destruya. Mientras tanto, el silencio ominoso de las autoridades oficiales provoca que se siga creando esa imagen de la conservación ambiental y turismo en manos de los indígenas. Para ellas lo más importante es la “generación de empleo y autoempleo”, pese a la tala de árboles y el daño que causa al medio ambiente.

El papel de la Asamblea en la mediación de conflictos

En general, se asume entre los indígenas que el turismo es una actividad sumamente importante que ha requerido de acuerdos, consensos y disensos. A pesar de que hay un trabajo colaborativo, basado en intereses económicos legítimos entre los habitantes, se han generado conflictos. No obstante, se dirimen, pues en lo colectivo quieren mejorar sus condiciones de vida y ciertos patrones para armonizar el trabajo en el turismo.

El tipo de organización que por décadas tiene la comunidad requiere de la Asamblea comunitaria como el eje que regula el comportamiento social y contribuye a que se subsanen las tensiones entre los habitantes. Esto ha redundado en beneficios organizativos, administrativos y de participación, no solo funcional sino de efectividad para la actividad turística. Esto, además, ha contribuido a que la asamblea logre una mejor articulación con los actores económicos y políticos interesados en el turismo. Por ello, la interrelación entre actores comunitarios y externos articula una dinámica de trabajo equilibrado. Aunque hay despliegues de autonomía en las decisiones, pues en el territorio se producen alianzas, negociaciones y apropiaciones respecto al turismo que se desarrolla en el territorio indígena. La asamblea, entonces, tiene un papel preponderante en la mediación de conflictos y ayuda a que el proyecto turístico siga adelante, pese a la ausencia de actores que en alguna etapa estuvieron involucrados, y que al pasar de los años se retiraron.

Reflexiones finales

El proceso experimentado por los campesinos de Río Arcotete habla de una reestructuración social consensuada a partir del turismo de naturaleza. Esta transformación explica lo profundo de la crisis del sector campesino en Chiapas y su repercusión en todos los espacios rurales. Asimismo, es evidente la impronta de la gubernamentalidad del Estado para crear las condiciones de mercado y nuevos espacios turísticos que normalizan comportamientos a largo plazo. Sin lugar a dudas, Río Arcotete se erige como un espacio social transformado, real y de prácticas. Es un área producida donde se generan relaciones de poder, pues en esta se define el uso, control y usufructo de los recursos naturales. Ahora los indígenas reconfiguran territorialmente sus dinámicas laborales, de acuerdo con los tiempos globales y locales. El turismo los ha colocado en una dinámica de su calendario laboral donde tienen que hacer forzosamente ajustes desde lo social, familiar y laboral. Por tanto, se genera una nueva división territorial del trabajo. Este proceso ha sostenido a los pobladores de Río Arcotete por varios años. Sin embargo, les ha sido funcional de acuerdo a sus intereses económicos y sus estilos de vida en la comunidad.

El régimen de producción creado por el turismo ha hecho que los campesinos asuman subjetivamente la importancia de esta actividad y que normalicen paulatinamente la conservación medioambiental sin dejar de apoyarse en el Estado para obtener ingresos a través de programas de gobierno.

La normalización de la práctica turística en la comunidad Río Arcotete paulatinamente adquiere el carácter de hecho social y económico. La transición de un modelo productivo primario a uno terciario señala un hecho importante: la estrategia de planificación del espacio turístico por actores locales y externos cuyos intereses son económicos. El cambio del espacio rural destinado a la milpa, a uno de recreación y visita de los turistas, habla de una lógica de mercado y el respaldo del gobierno para sostenerla. Sin embargo, la actividad por sí misma trae otros problemas entre los habitantes como son la exigencia de infraestructura, capacidades de agencia y desarrollo de capital. En consecuencia, se requieren mayor energía social y nuevas estrategias socioproductivas para el trabajo. Estos componentes tienen varios matices y el Estado no logra ser la expresión real del desarrollo económico deseado entre los sujetos.

El territorio campesino fija límites en la acumulación de capital, pues no hay aún las condiciones para una reproducción ampliada del capital que obtienen del turismo. Los campesinos están en una etapa lenta del progreso económico, a pesar de ser pluriactivos hay condiciones históricas que pesan. Por ejemplo, en el escenario general de Chiapas la condición estructural de pobreza (74,7 %) y pobreza extrema (46,7 %) (Levy et al., 2016) impide que coexistan condiciones positivas para salir de la desigualdad y, por ende, de los conflictos sociales que se generan a causa de la precariedad laboral, en el campo y los servicios.

La política turística y ambiental, como una tecnología de gobierno (Foucault, 2009), operó en la comunidad Río Arcotete para minimizar la coyuntura política y social vivida en la década de los noventas. Con el turismo planteado como un proyecto de vida se instrumentalizan patrones de normalización de esta actividad y una dinámica socio-organizativa dentro del territorio campesino. Estos cambios refuerzan la idea de que los proyectos “desde arriba” son efectivos ―al menos en el discurso― aunque a condición de tener límites y contradicciones “desde abajo”, ya que el habitus campesino genera resistencias a los cambios sociales. Al menos en Río Arcotete ha sido positiva esta verticalidad de la política pública, pues el interés económico obligó a diferentes sectores a negociar y pactar.

La diversidad de liderazgos que emergen en la comunidad, sea por experiencias individuales o colectivas, genera ideas, acciones y relaciones políticas. Asimismo, esta da lugar a relaciones de poder y varias formas de ejercer el control sobre los recursos naturales y la actividad turística. En esta situación el gobierno figura como creador del espacio y tiene un papel central, pues el capital por sí solo no produce el espacio, sino que se necesita del gobierno, quien mediante una política económica haga eco a las necesidades del capital.

El territorio indígena en Arcotete es la expresión de la dominancia de un régimen de verdad, tal como plantea Foucault es la dispersión histórica de los discursos que se crean en función del poder, en este caso los discursos que oscilan en el mercado turístico, pues se priorizan criterios de coste-beneficio y se adjudica la responsabilidad a los usuarios (los indígenas que tienen qué resguardar los recursos naturales para el turismo). En consecuencia, a largo plazo se reproducirán los mismos criterios, verdades y lógicas que dominan la economía del mercado y la competitividad, una lógica en la que termina por imponerse el criterio de la conservación y el desarrollo económico.

Estos efectos se han internalizado en la población de Río Arcotete. Por ejemplo, de ser campesinos sin tierra ahora se asumen como microempresarios de turismo de naturaleza. Este hecho genera múltiples identidades que se construyen en la fragmentación de discursos a favor de alternativas de subsistencia, pero bajo una historia en común: lo rural. Sin embargo, la paradoja es que son construidos como sujetos y objetos de las políticas públicas agraria y ambiental y recrean una realidad interna y externa donde el turismo es visto como una actividad de desarrollo económico. En este imaginario se vende la idea de “lo indígena y cultural” como bienes intangibles apreciados por el mercado turístico. Los campesinos de Río Arcotete son sujetos obligados a negociar, pero subalternos al empresariado local que refuerza las rutas de turismo. Al ser sujetos/producto del mercado y el Estado no logran la autonomía económica, pues siguen siendo una sociedad dependiente del financiamiento externo. Hay una nula autogestión económica como proyecto turístico. Por tanto, mantienen una tensión relacional que los obliga a construir campos semánticos para reinterpretar su mundo social y económico y, por tanto, negociar. Es por ello que los campesinos refuerzan sus instituciones (la asamblea y las normas) para actuar, pensar y sentir de acuerdo al contexto.

Río Arcotete es un ejemplo de la gubernamentalidad que reconfigura violentamente el territorio indígena, pues se generan nuevas divisiones territoriales del trabajo, relaciones sociales y arreglos institucionales que se internalizan lentamente. Aunque los indígenas gozan de una construcción social positiva por las instituciones de gobierno, no han logrado adaptarse del todo a los cambios radicales en sus estilos de vida. Desde la lógica del gobierno la participación voluntaria es importante y esta puede, o no, ser efectiva. Los indígenas suelen ser vistos carentes de poder político para exigir de manera efectiva el respaldo total del gobierno y su situación de pobreza no les da posibilidades reales de elección. Las crisis los han dejado en un estado de indefensión y ahora solo les queda la opción de aceptar y distribuir su tiempo en varias actividades productivas, con el fin de obtener diversos ingresos para subsistir.

El uso político del turismo es el paliativo a la pobreza que se viene arrastrando por décadas. Este discurso se internaliza con toda la complejidad social y cultural entre los campesinos y se generaliza día con día por la instrumentación de programas de normalización de la conservación medioambiental. El resultado es que en la comunidad hay un turismo comunitario donde el total de los indígenas está integrado al proyecto. En la última década el auge del turismo de naturaleza permeó en el territorio, de tal manera que se experimentaron cambios económicos por la afluencia de turistas. Esta experiencia subsanó los pocos beneficios obtenidos de otras actividades como la agricultura o la venta de su fuerza de trabajo.

En general, al tipo de turismo que desarrollan los pobladores de Río Arcotete le falta mucho para consolidarse. Los indígenas siguen dependiendo del gobierno a través de sus programas de desarrollo económico y social. Esta debilidad endógena obstruye las capacidades locales e impide el desarrollo del turismo de naturaleza, pues no hay autogestión económica.

Desde el punto de vista mercantil, a pesar de poseer el potencial para construir un destino de turismo de naturaleza y un apuntalado corpus de reglas, políticas y regulaciones individuales y colectivas, los pobladores de Río Arcotete no logran salir de la problemática de la reorganización para obtener capital en invertir en infraestructura y generar agencia para ser autogestivos. Estos asuntos les impiden avanzar y consolidar su oferta como centro ecoturístico y no depender de otros actores tales como los empresarios locales, quienes son, en muchos casos, los beneficiarios directos de la venta de los servicios turísticos.

No obstante, los indígenas se han adaptado a las reglas del mercado de servicios turísticos. Día a día experimentan cómo hacer negocios en su territorio, lidian con el tipo de gobierno que casi los abandona y se enfrentan a otras dificultades. Actualmente, dependen de otros agentes locales y regionales quienes dirigen el proceso de creación de la demanda de estos nuevos espacios turísticos. En consecuencia, el proceso de autonomía económica aún está en marcha. El reto es salir de la aparente prosperidad que podría brindar el turismo y equilibrar su pluriactividad productiva.

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