Vol. 9 Núm. 25 (2020): Número especial COVID

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Por primera vez en la historia de la humanidad, la inmensa mayoría de los habitantes de la Tierra enfrentamos un desafío compartido. La enfermedad de la COVID-19 ha hecho que modifiquemos por completo nuestras formas de socialización, trabajo, diversión, en fin, de vivir, al menos, hasta que exista una intervención médica. Es imposible no advertir las consecuencias de la pandemia y las múltiples y diferenciadas, aunque íntimamente relacionadas, crisis que se derivan de la estrictamente sanitara. Nuestras antiguas certezas han dejado de ser tales, aunque seguimos aferrándonos a ellas.

Las personas y los gobiernos estamos aprendiendo a vivir con un virus que acecha a la vuelta de la esquina. Cierto, experiencias del pasado no lejano como el SARS y el H1N1 enseñaron a una parte de la población, particularmente la asiática, cómo enfrentar peligros de esa naturaleza; sin embargo, la COVID-19, aparecida en la época del flujo de personas y mercancías más importante que se tenga registro, no pudo ser contenida en un espacio geográfico, trasladándose de manera acelerada a todos los continentes y sobrepasando las capacidades de todas las agencias estatales y multilaterales; y, paradójicamente, las respuestas para evitar contagios no respondieron a un sentido global —al menos en principio— demostrando que seguimos siendo profundamente locales.

La revista Espacio I+D, Innovación más Desarrollo, convocó a un grupo de personas para que a partir de diferentes temas, disciplinas, campos y prácticas del conocimiento reflexionen sobre la pandemia y sus efectos. Para hacer frente a esta pandemia y a sus consecuencias necesitamos más y mejor conocimiento colectivo. Nuestro tiempo requiere más que esfuerzos individuales.

Eduardo Torres Alonso
Universidad Nacional Autónoma de México 

 

Publicado: 15-10-2020

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